Cuando muere alguien a quien queremos, la esperanza de la resurrección nos consuela. Aun así, el pecado y la muerte son como un manto pesado y asfixiante que nos envuelve a todos (Is 25:7, 8). Por esta razón, “toda la creación junta sigue lamentándose y sintiendo dolor” (Ro 8:22). Mientras llega la resurrección, ¿cómo podemos sobrellevar la tristeza de perder a un ser querido? La Palabra de Dios tiene principios que pueden ayudarnos.